Todos, tengamos la edad que tengamos, conocemos y recordamos a las grandes estrellas del cine clásico como Marilyn Monroe con su cómica película "Con faldas y a lo loco" o Robert Redford y sus "Memorias de África". El cine era una actividad exclusivamente reservada para la jet, un lujo, al que solo tenían acceso las estrellas que más brillaban en ese inmenso firmamento que es Hollywood.
Hoy en día, en este cielo hay tantas estrellas, que quieren ser tan brillantes, que llegan a deslumbrar. El prestigio del cine se está perdiendo, ya que los criterios de selección de actores no se basan en su calidad de actuación sino en el número de escándalos protagonizados y en su nivel de popularidad.
Ahora la taquilla cambia semanalmente. Se sustituyen las anteriores superproducciones, por películas más modestas y de menor calidad. Y es que ya se sabe, cuando una cosa es más abundante su calidad baja.
Otro gran factor que ha influido en el cine actual, son los gustos del gran jurado: el público. Es muy evidente, que en la sociedad española predomina el morbillo y la farándula ante la calidad de la película. Citamos, por ejemplo, el caso "Pe" , "Bar" y "Scarlet". Desde que llegaron a España con Allen, llenaron horas y horas de televisión, páginas y páginas de sociedad... ¡Y todo esto meses antes del estreno de la película! Pero la gente... ¿De qué hablaba realmente?
Que si uno estaba con el otro, que si "nuestra pe" era mejor que "Scarlet"... Y claro, luego la película obtuvo una gran recaudación económica y un puñado de críticas por su pobre guión... ¿Esto a qué se debe?
La explicación es muy simple, tan simple como una regla de tres "La sociedad ha cambiado, el cine ha cambiado". La mediocridad de la tele basura, la sociedad morbosa y la importancia de la cantidad antes que la calidad, se está extendiendo a más ámbitos, como la literatura o el cine. Como dicen los catalanes "La pela es la pela" y los escritores, directores, productores y demás ores, lo saben muy bien.
La decisión de dejarnos deslumbrar por este firmamento, o ponernos unas gafas de sol y distinguir lo bueno, está en nuestras manos.
